Querido Felipe Casajús:
(o queridas Princesas, tus hijas adoradas)
Era también primavera cuando nos conocimos hace 6 años. Te dio mi contacto David Bonilla y quedamos en una cafetería cerca de mi casa. En esa primera reunión me contaste que tenías una empresa, INSERVER, en la que hacíais formación gamificada bajo demanda utilizando Moodle. Me dijiste que querías desarrollar un producto propio, el primero, dedicado a la diversidad e inclusión en entornos laborales. Teníais la capacidad técnica, la pedagógica… pero no sabíais ni por dónde empezar con los contenidos. Por eso me buscaste.
Vi extraño que quisieras hacer una apuesta tan grande con un asunto que no te era familiar y que todavía no tenía demasiada demanda en el mercado. Cuando te pregunté las razones respondiste que eras padre: querías que tu primer producto sirviera para hacer un mundo más amable hacia tus hijas. Ahí empatizamos, porque yo me dedico a esto por lo mismo.
Ese verano lo invertimos en preparar el curso. Yo pensaba ambientarlo en El lazarillo de Tormes, pero afortunadamente tú tenías más visión y decidiste que nos basáramos en la serie Juego de Tronos, que estaba de moda por aquel entonces. El mes que mis criaturas estuvieron con su padre lo pasé en Granada, trabajando por las mañanas y viendo un capítulo tras otro a la hora de la siesta, para familiarizarme con los personajes.
Me costó dios y ayuda sacar adelante el temario, ordenar conceptos y ponerlos en “formato moodle gamificado”, adaptando mis formaciones presenciales a las limitaciones de una plataforma automatizada y una narrativa fantástica. Tuviste paciencia de santo y me dejaste hacer, deshacer y rehacer según iba aprendiendo a manejarme con ello. Buscabas el modo de acoplar mis ideas y me justificabas cada “eso no se puede implementar” con increíble tolerancia, ocultando la frustración que seguro te provocaban mis demandas. Pocas veces he tenido un cliente tan colaborador, comprensivo y proactivo como tú.
Logramos terminar el verano con una estructura de contenidos más que decente, la mejor con diferencia entre las que se comercializaban entonces. Estaba diseñada para provocar cambios reales, no para hacer un check bienqueda en cualquier plan de igualdad. Ni tú ni yo nos conformábamos con menos.
Cuando empezó septiembre seguimos trabajando en tus oficinas. Era tan fácil y agradable la convivencia con vosotros que me llegué a plantear cambiar de vida. El mismo día que leíste mis reflexiones al respecto respondiste con tu generosidad habitual ofreciéndome un sitio a vuestro lado. Así fue siempre contigo: dabas más de lo que pedías, con naturalidad.
Esas semanas fueron trepidantes porque planeabas presentar la demo del curso en la Tarugoconf y todavía había mil flecos sueltos. Querías que todo saliera perfecto. Recuerdo cómo me impresionó que lograras que la locución del vídeo promocional la hiciera el doblador de uno de los protagonistas de la serie, apenas unos días antes del evento.
Trabajaste muchísimo en todos los frentes y yo tuve la suerte de acompañarte esos días de agobio e ilusión, admirada por tu entrega y perfeccionismo.
La acogida, como no podía ser menos, fue muy buena.
Los meses siguientes fueron de cierre, cosiendo los flecos pendientes para terminar el producto. Trabajamos casi siempre en remoto porque cada quien estaba inmerso en su propio caos laboral.
La última vez que nos vimos fue en diciembre, presentando el curso ya terminado. A partir de entonces Game of Diversity voló exitosamente solo desde vuestras manos.
(No te conté ese día, Felipe, que yo conocía a tu colega Javier de la Torre, fundador de CARTO, porque fuimos juntos al colegio. Era su amiga cuando falleció su padre, siendo un crío poco mayor que tus hijas. Cuando tiempo después leí que te habías apoyado en él cuando la enfermedad te obligó a retirarte me pareció que era una decisión acertada, como todas las que tomabas. Él sabía lo que era la orfandad temprana y era esperable que hiciera todo lo posible para proteger el patrimonio de tus niñas si faltabas).
Nos escribíamos con cariño de vez en cuando por redes sociales, pero no volvimos a quedar. Supe de tu enfermedad y tu voluntad de recuperarte, te mandé ánimos y buenos deseos. Confié en que lo lograrías, igual que había hecho mi propia madre.
No te curaste. Tu partida me tomó por sorpresa y me sentí inmensamente triste por tus hijas. Me pareció injustísimo que ya no fueras a acompañarlas vestido de Frozen el día de su boda, que no pudieras responder sus preguntas sobre tu vida según crecieran…
Que te perdieran siendo tan pequeñas no tenía sentido.
El resto de esta carta si no te importa, Feli, la voy a escribir dirigiéndome directamente a ellas.
Hace poco más de un mes recibí de nuevo noticias de Inserver, la empresa de vuestro padre. Me reuní con vuestro tío Dani y con María, que me contaron que estaban planeando hacer una nueva versión, actualizada y mejorada, de ese primer curso que diseñamos juntos. Me invitaron a participar en ella.
Yo tenía la agenda ocupada con otros clientes y proyectos y pedí que me dieran unos días para organizarme. Moví todo lo aplazable y quedó solo en mi horizonte inmediato un taller para el T3chFest, al que me acompañó por primera vez una de mis hijas.
Ese día, cuando salimos del taller, me dijo mientras caminábamos hacia el metro:
¿Sabes qué, mamá? Eres muy buena madre, eso te lo digo muchas veces. Pero además hoy me he dado cuenta de que lo que haces cuando no estamos contigo es importante. Me ha gustado mucho lo que has dicho y cómo lo has hecho.
Me siento muy orgullosa de tí.
Chicas, los últimos días he estado trabajando mano a mano con el equipo de vuestro padre. Volviéndolos locos como le volví loco a él hace seis años, con los mismos plazos imposibles para presentar la primera demo (será la semana que viene, en ExpoElearning) y encontrando de respuesta, a pesar de su agobio, la misma ilusión comprometida, resolutiva, proactiva y agradecida que tenía él. ¿Y sabéis qué? Eso no es nada habitual.
Y me gusta mucho. Y también es importante. Y si lo pudierais ver y tuvierais edad suficiente os sentiríais tan orgullosas del trabajo y legado de vuestro papá como se sintió mi hija del mío hace unos días.
Por eso hoy que es el Día del Padre, cuando el vuestro se os va desdibujando en la memoria, creo que debo contaros todo esto. Porque el orgullo de una hija es el mayor regalo que cualquiera puede recibir, lo comprobé el otro día.
Quien os conoce os dirá que se sentiría orgulloso de vosotras. Imagino que en las grabaciones que os dejó él mismo os lo diga con frecuencia… pero esta desconocida, a quien contrató para hacer un mundo más amable para vosotras, también quiere contaros que tuvisteis un papá excepcional del que podéis enorgulleceros. Cuando seáis más mayores, si vuestra madre lo cree oportuno, me gustaría que lo supiérais.
Y vuestro orgullo será el mejor regalo del Día del Padre. Ese que merece, esté donde esté.
Me despido con un abrazo gigante, preciosas.
Me tenéis a vuestra disposición cuando lo necesitéis.
P.D. Quienes hayáis leído hasta aquí y sintáis curiosidad por la nueva versión de Game of Diversity, os aconsejo seguir las redes de Inserver para estar al día del lanzamiento ;)